Intervención del senador Jorge Enrique Robledo el foro sobre la educación, citado por Ángela Robledo y Carlos Amaya, representantes a la Cámara, Auditorio Luis Guillermo Vélez, Congreso de la República, 11 de mayo de 2011.
Sí es un proyecto privatizador. Revolución Industrial. Si se quiere una educación de alta calidad y cubrimiento universal, hay que asignársela al Estado. En el mundo entero, por norma, la educación pública ha tenido una calidad superior a la de la privada. No es un prurito estatista. La élite colombiana renunció al sueño modernizante. Privatización y en beneficio de las trasnacionales. Educación pobre para un país que desean pobre.
Empiezo por darles un agradecimiento a todos ustedes, a Ángela María Robledo y a Carlos Amaya, promotores de este evento y dirigentes del Partido Verde y a todos los ponentes, a quienes no saludo por razones de tiempo. La intervención de nuestro querido estudiante, Sergio Fernández, nos ha aclarado cómo esa reforma no es más que una caricatura retardataria que se le quiere imponer al país con fines inconfesables. Esos son los dirigentes estudiantiles, que además tienen el valor civil, porque eso no desdora a nadie, de salir a la calle a exigir con toda dignidad sus derechos.
Me voy a referir al tema de la educación como negocio y a su relación con la calidad de la educación.
Pero comienzo por afirmar que es imposible concebir una peor reforma de la educación pública, porque con una mano obliga a la universidad a aumentar sus gastos y con la otra le mantiene básicamente congelados sus recursos. Pregunto: ¿es posible juntar dos cosas peores? Ambos factores tienen que empujar la privatización de la universidad. Se ha querido caricaturizar el término. Lo que pasa es que en el sentido amplio, privatizar supone muchas prácticas. Por ejemplo, si la Universidad pública no crece, se fortalece la privada y eso es privatización. Si a la universidad pública la obligan a subir las matrículas, eso es privatización. Si la empujan a autofinanciarse, eso es privatización. Si no puede contar con buenas bibliotecas y buenos laboratorios, eso es privatización. Si a los profesores no les reconocen las calidades pedagógicas ni las garantías laborales, eso es privatización. Y en muy buena medida, la mediocridad educativa va pegada a la privatización. En síntesis, este es un proyecto de privatización, aun cuando intenten negarlo.
Entrando en materia, digamos que hasta la Revolución Industrial, hasta cuando las burguesías del mundo derrotan en la dirección del Estado a los señores feudales, prácticamente toda la educación era privada. Los Estados, todavía muy débiles, no asumían ninguna responsabilidad y, así, la educación se impartía, o en la esfera de la familia, o en la del artesano y el aprendiz, o en la de una comunidad religiosa. ¿Cuál fue una de las grandes aportaciones de la Revolución Industrial y de la Revolución Burguesa? Precisamente, entender dos o tres criterios fundamentales relacionados con la educación y con el desarrollo. Primero, que en la ignorancia no pueden los países resolver sus problemas y que resulta imprescindible ligar el conocimiento y la educación al desarrollo. No es posible de otra manera. Segundo, derivado del anterior, solo puede haber una educación como la que se necesita para el desarrollo, y hablo del desarrollo en todos los aspectos, si se aplica una política que conduzca a sacar a todo el pueblo de la ignorancia, predominante en el Medioevo, cuando ni los reyes sabían leer ni escribir. Y tercero, que sea de alta calidad, porque si no, al final no es educación.
¿Y cuál es la decisión revolucionaria que toman las clases dirigentes de esos días? Decir que la educación ya no es una responsabilidad de lo privado ni pertenece a la esfera de lo privado, sino que se convierte en una responsabilidad de lo público. No por un prurito estatista, sino porque la principal fuerza económica de una sociedad es el Estado. Si se quiere que la educación sea de cubrimiento universal y de altísima calidad, hay que asignarle entonces esa responsabilidad al único capaz de desarrollarla en esas condiciones, que se llama el Estado.
Y van más allá y la convierten en derecho. ¿Por qué una sociedad decide un día que algo sea un derecho? La sociedad convierte en derecho aquello que valora y que le resulta fundamental, tanto que, obligada por la lógica política y económica, lo pone como en un pedestal. Ese fue el calibre de aquella revolución, que no era socialista, sino capitalista. La educación como derecho está en la base del desarrollo de los países que han logrado industrializarse.
Cuál es el problema con la educación privada y por qué el Estado asume la función. La explicación es muy sencilla. Es que allí donde la educación se defina como privada y no con la lógica que acabó de explicar, qué es lo que sucede. Primero, infinidad de gente pobre no puede acceder a ningún nivel de educación. Luego, la sola idea de la educación privada es absurda, como palanca para el desarrollo de una sociedad. Y qué es lo que sucede con quienes sí logran pasar el mínimo de ingresos para acceder a alguna forma de educación privada. Que en ese sistema hay una correspondencia inevitable entre calidad y precios. No hay mercancía, y a esto se reduce la educación privada, que no tenga una dependencia frente a costos y precios. Siempre aflora un antagonismo en esa relación. Si queremos que la educación sea de alta calidad, deberá ser también de alto costo. Pero si es de alto costo, los más débiles no la pueden pagar, salvo que se rebaje la calidad. Es una de las tesis básicas que sostienen quienes defienden la educación pública. No es entonces un prurito estatista. Voy más allá. Si la educación pública está mal financiada, será tan mala como la peor universidad privada de garaje.
En el mundo entero, por norma, la educación pública ha tenido una calidad superior a la de la privada, aun cuando puede haber excepciones. ¿La razón? Porque está mejor financiada que la universidad privada. Pero cuando empiezo a ver los niveles de financiación de ciertas universidades públicas en Colombia, entro en la idea de que lo que hay es una estafa, dentro del concepto revolucionario del que estoy hablando.
Es por estas razones que se defiende el criterio de que la educación debe ser pública, aun cuando haya otros argumentos que se le suman, por ejemplo, que la libertad de pensamiento es fundamental en la construcción científica. Es bien difícil, por no decir que imposible, que una sociedad pueda construir pensamiento científico donde no haya libertad de cátedra ni libertad de investigación y donde sean los dueños de las universidades los que definan qué se enseña y los contenidos de los currículos.
Y si el antagonismo entre calidad y educación privada es cierto en las universidades que podemos llamar sin ánimo de lucro, en las que se supone que todos los recursos se quedan en la esfera de la universidad, qué será en las que se montan ya con el propósito descarado del lucro. Es que en las que son sin ánimo de lucro, si de verdad lo son, por lo menos toda la plata que paga el muchacho se queda ahí dentro y para algo servirá. Pero en la otra la norma es sacar toda la plata que se pueda, como está sucediendo en ese mar de pus que es en Colombia el negocio de la salud, en buena medida por el predominio de estas concepciones.
No es posible, señora ministra, unir como sinónimos educación como negocio y calidad. La tesis no resiste análisis. Es una especie de absurdo teórico, como la cuadratura del círculo. Puede haber educación privada de altísima calidad, sí, claro, la de altísimo costo. Pero resulta que esa solo la pueden pagar unos muy pocos. Y por definición, se lo digo a quienes nos gobiernan, la educación privada colombiana, la más costosa, siempre será inferior a la educación de alta calidad de los países desarrollados, porque el propio nivel de la riqueza del país hace imposible tener educación privada de talla mundial, no nos hagamos ilusiones. Lo anterior tal vez explique por qué buena parte de nuestras élites, que antes mandaban a sus hijos a especializarse a Estados Unidos y a Europa, ya los están mandando desde el pregrado, porque ni siquiera las más costosas que funcionan en el país les dan la talla para lo que requieren. Pero se está creando una monstruosidad en lo relacionado con el aparato educativo.
Hay otro ingrediente que agrava la situación. Que se trata de educación privada como negocio y controlada por los extranjeros. Otro debate que no se puede escamotear. Creo que Colombia se debe relacionar con el mundo y mantener relaciones con los extranjeros. Pero qué, ¿son sinónimos también lo nacional y lo extranjero? ¿Me van a echar de contrabando esa teoría? ¿Les vamos a entregar a los inversionistas extranjeros el derecho a formar a los jóvenes de Colombia, así sea de manera mediocre? Se debería debatir, y muy a fondo, así me digan que no importa, que la soberanía es un concepto caduco, que son vestigios del pasado. Pues más vale que esas teorías las suelten aquí, porque no se las admite una sociedad como la norteamericana o la europea.
¿Cuál es el fondo del asunto? La concepción privatizadora significa una renuncia expresa de quienes dominan a Colombia a cualquier asomo de modernidad, una regresión bárbara. En los años cincuenta del siglo XX, la élite colombiana tuvo un sueño modernizante, un tanto confuso, tal vez, si ustedes quieren, pero lo hubo. La idea era que algún día las universidades colombianas se parecieran a las de élite del mundo. Pues bien: es a eso a lo que renuncia de manera expresa el neoliberalismo. Aquí ya no hay sueño modernizante, ni tampoco de industrialización, y aún menos de desarrollo agropecuario en serio. Es un país al que lo están volviendo a acoyundar en la minería, como en la Colonia española. Y en ese sentido, Sergio tiene razón. Hay una relación estrecha entre el aparato educativo y el aparato productivo. Para sacar oro o para extraer carbón no se necesita desarrollo científico ni educación de alta calidad. Este es el trasfondo más retardatario de lo que viene sucediendo. No es que no se pueda financiar bien la educación, no es que no haya recursos suficientes. No, es que las clases gobernantes no lo quieren hacer, porque renunciaron expresamente a construir un país medianamente moderno.
Al final, de lo que se trata en el conjunto de estas políticas de privatización y de negocio es de establecer una educación pobre para un país pobre. Pobre, no en el sentido de nuestras potencialidades, pues las tenemos todas y podríamos ser un país maravilloso. Pero como quieren montar un país pobre, entonces la educación también debe ser pobre. Y para los pobres, más pobre todavía. Es lo que nos están presentando como alternativa en la propuesta del actual gobierno, que realmente ha traspasado de manera inaudita todos los límites. Nadie se había atrevido a tanto, probablemente por contar con ese 90% de respaldo parlamentario, ese unanimismo, peor en la sociedad que en el Congreso. Aquí ya ni se discuten las cosas.
¿Qué hay que hacer? Movilizar a la nación contra la reforma educativa. Movilización democrática, civilizada, en los mejores términos, pero movilización. Aquí no puede suceder que el presidente de la República haga lo que quiera con Colombia, ni puede suceder que un Congreso eunuco, porque este es un Congreso eunuco que solo hace lo que le dicta Juan Manuel Santos, sea el que determine la suerte de la educación. No. Los demás colombianos también tenemos derecho a opinar y a movilizarnos en pos de rechazar esa reforma.
Y en pos de los principios, mis queridos asistentes a este evento, vamos a luchar por el derecho a una educación universal, para todos sin excepciones, de alta calidad para todos, y por supuesto pública, y por supuesto gratuita. Que si hay aquí educación privada sea excepcional, no porque no hubo cupos en la pública, sino porque alguien quiso estudiar en algún tipo particular de educación, algún tipo de sesgo o de concepción religiosa, pero esa también tendrá que ser de alta calidad y para todos, como sucede en los países civilizados de Europa. Si se trata de mirar modelos, no le den tantas vueltas, miren hacia Europa. Pero los derechos hay que ganarlos en la lucha, no nos los van a regalar.
Sí es un proyecto privatizador. Revolución Industrial. Si se quiere una educación de alta calidad y cubrimiento universal, hay que asignársela al Estado. En el mundo entero, por norma, la educación pública ha tenido una calidad superior a la de la privada. No es un prurito estatista. La élite colombiana renunció al sueño modernizante. Privatización y en beneficio de las trasnacionales. Educación pobre para un país que desean pobre.
Empiezo por darles un agradecimiento a todos ustedes, a Ángela María Robledo y a Carlos Amaya, promotores de este evento y dirigentes del Partido Verde y a todos los ponentes, a quienes no saludo por razones de tiempo. La intervención de nuestro querido estudiante, Sergio Fernández, nos ha aclarado cómo esa reforma no es más que una caricatura retardataria que se le quiere imponer al país con fines inconfesables. Esos son los dirigentes estudiantiles, que además tienen el valor civil, porque eso no desdora a nadie, de salir a la calle a exigir con toda dignidad sus derechos.
Me voy a referir al tema de la educación como negocio y a su relación con la calidad de la educación.
Pero comienzo por afirmar que es imposible concebir una peor reforma de la educación pública, porque con una mano obliga a la universidad a aumentar sus gastos y con la otra le mantiene básicamente congelados sus recursos. Pregunto: ¿es posible juntar dos cosas peores? Ambos factores tienen que empujar la privatización de la universidad. Se ha querido caricaturizar el término. Lo que pasa es que en el sentido amplio, privatizar supone muchas prácticas. Por ejemplo, si la Universidad pública no crece, se fortalece la privada y eso es privatización. Si a la universidad pública la obligan a subir las matrículas, eso es privatización. Si la empujan a autofinanciarse, eso es privatización. Si no puede contar con buenas bibliotecas y buenos laboratorios, eso es privatización. Si a los profesores no les reconocen las calidades pedagógicas ni las garantías laborales, eso es privatización. Y en muy buena medida, la mediocridad educativa va pegada a la privatización. En síntesis, este es un proyecto de privatización, aun cuando intenten negarlo.
Entrando en materia, digamos que hasta la Revolución Industrial, hasta cuando las burguesías del mundo derrotan en la dirección del Estado a los señores feudales, prácticamente toda la educación era privada. Los Estados, todavía muy débiles, no asumían ninguna responsabilidad y, así, la educación se impartía, o en la esfera de la familia, o en la del artesano y el aprendiz, o en la de una comunidad religiosa. ¿Cuál fue una de las grandes aportaciones de la Revolución Industrial y de la Revolución Burguesa? Precisamente, entender dos o tres criterios fundamentales relacionados con la educación y con el desarrollo. Primero, que en la ignorancia no pueden los países resolver sus problemas y que resulta imprescindible ligar el conocimiento y la educación al desarrollo. No es posible de otra manera. Segundo, derivado del anterior, solo puede haber una educación como la que se necesita para el desarrollo, y hablo del desarrollo en todos los aspectos, si se aplica una política que conduzca a sacar a todo el pueblo de la ignorancia, predominante en el Medioevo, cuando ni los reyes sabían leer ni escribir. Y tercero, que sea de alta calidad, porque si no, al final no es educación.
¿Y cuál es la decisión revolucionaria que toman las clases dirigentes de esos días? Decir que la educación ya no es una responsabilidad de lo privado ni pertenece a la esfera de lo privado, sino que se convierte en una responsabilidad de lo público. No por un prurito estatista, sino porque la principal fuerza económica de una sociedad es el Estado. Si se quiere que la educación sea de cubrimiento universal y de altísima calidad, hay que asignarle entonces esa responsabilidad al único capaz de desarrollarla en esas condiciones, que se llama el Estado.
Y van más allá y la convierten en derecho. ¿Por qué una sociedad decide un día que algo sea un derecho? La sociedad convierte en derecho aquello que valora y que le resulta fundamental, tanto que, obligada por la lógica política y económica, lo pone como en un pedestal. Ese fue el calibre de aquella revolución, que no era socialista, sino capitalista. La educación como derecho está en la base del desarrollo de los países que han logrado industrializarse.
Cuál es el problema con la educación privada y por qué el Estado asume la función. La explicación es muy sencilla. Es que allí donde la educación se defina como privada y no con la lógica que acabó de explicar, qué es lo que sucede. Primero, infinidad de gente pobre no puede acceder a ningún nivel de educación. Luego, la sola idea de la educación privada es absurda, como palanca para el desarrollo de una sociedad. Y qué es lo que sucede con quienes sí logran pasar el mínimo de ingresos para acceder a alguna forma de educación privada. Que en ese sistema hay una correspondencia inevitable entre calidad y precios. No hay mercancía, y a esto se reduce la educación privada, que no tenga una dependencia frente a costos y precios. Siempre aflora un antagonismo en esa relación. Si queremos que la educación sea de alta calidad, deberá ser también de alto costo. Pero si es de alto costo, los más débiles no la pueden pagar, salvo que se rebaje la calidad. Es una de las tesis básicas que sostienen quienes defienden la educación pública. No es entonces un prurito estatista. Voy más allá. Si la educación pública está mal financiada, será tan mala como la peor universidad privada de garaje.
En el mundo entero, por norma, la educación pública ha tenido una calidad superior a la de la privada, aun cuando puede haber excepciones. ¿La razón? Porque está mejor financiada que la universidad privada. Pero cuando empiezo a ver los niveles de financiación de ciertas universidades públicas en Colombia, entro en la idea de que lo que hay es una estafa, dentro del concepto revolucionario del que estoy hablando.
Es por estas razones que se defiende el criterio de que la educación debe ser pública, aun cuando haya otros argumentos que se le suman, por ejemplo, que la libertad de pensamiento es fundamental en la construcción científica. Es bien difícil, por no decir que imposible, que una sociedad pueda construir pensamiento científico donde no haya libertad de cátedra ni libertad de investigación y donde sean los dueños de las universidades los que definan qué se enseña y los contenidos de los currículos.
Y si el antagonismo entre calidad y educación privada es cierto en las universidades que podemos llamar sin ánimo de lucro, en las que se supone que todos los recursos se quedan en la esfera de la universidad, qué será en las que se montan ya con el propósito descarado del lucro. Es que en las que son sin ánimo de lucro, si de verdad lo son, por lo menos toda la plata que paga el muchacho se queda ahí dentro y para algo servirá. Pero en la otra la norma es sacar toda la plata que se pueda, como está sucediendo en ese mar de pus que es en Colombia el negocio de la salud, en buena medida por el predominio de estas concepciones.
No es posible, señora ministra, unir como sinónimos educación como negocio y calidad. La tesis no resiste análisis. Es una especie de absurdo teórico, como la cuadratura del círculo. Puede haber educación privada de altísima calidad, sí, claro, la de altísimo costo. Pero resulta que esa solo la pueden pagar unos muy pocos. Y por definición, se lo digo a quienes nos gobiernan, la educación privada colombiana, la más costosa, siempre será inferior a la educación de alta calidad de los países desarrollados, porque el propio nivel de la riqueza del país hace imposible tener educación privada de talla mundial, no nos hagamos ilusiones. Lo anterior tal vez explique por qué buena parte de nuestras élites, que antes mandaban a sus hijos a especializarse a Estados Unidos y a Europa, ya los están mandando desde el pregrado, porque ni siquiera las más costosas que funcionan en el país les dan la talla para lo que requieren. Pero se está creando una monstruosidad en lo relacionado con el aparato educativo.
Hay otro ingrediente que agrava la situación. Que se trata de educación privada como negocio y controlada por los extranjeros. Otro debate que no se puede escamotear. Creo que Colombia se debe relacionar con el mundo y mantener relaciones con los extranjeros. Pero qué, ¿son sinónimos también lo nacional y lo extranjero? ¿Me van a echar de contrabando esa teoría? ¿Les vamos a entregar a los inversionistas extranjeros el derecho a formar a los jóvenes de Colombia, así sea de manera mediocre? Se debería debatir, y muy a fondo, así me digan que no importa, que la soberanía es un concepto caduco, que son vestigios del pasado. Pues más vale que esas teorías las suelten aquí, porque no se las admite una sociedad como la norteamericana o la europea.
¿Cuál es el fondo del asunto? La concepción privatizadora significa una renuncia expresa de quienes dominan a Colombia a cualquier asomo de modernidad, una regresión bárbara. En los años cincuenta del siglo XX, la élite colombiana tuvo un sueño modernizante, un tanto confuso, tal vez, si ustedes quieren, pero lo hubo. La idea era que algún día las universidades colombianas se parecieran a las de élite del mundo. Pues bien: es a eso a lo que renuncia de manera expresa el neoliberalismo. Aquí ya no hay sueño modernizante, ni tampoco de industrialización, y aún menos de desarrollo agropecuario en serio. Es un país al que lo están volviendo a acoyundar en la minería, como en la Colonia española. Y en ese sentido, Sergio tiene razón. Hay una relación estrecha entre el aparato educativo y el aparato productivo. Para sacar oro o para extraer carbón no se necesita desarrollo científico ni educación de alta calidad. Este es el trasfondo más retardatario de lo que viene sucediendo. No es que no se pueda financiar bien la educación, no es que no haya recursos suficientes. No, es que las clases gobernantes no lo quieren hacer, porque renunciaron expresamente a construir un país medianamente moderno.
Al final, de lo que se trata en el conjunto de estas políticas de privatización y de negocio es de establecer una educación pobre para un país pobre. Pobre, no en el sentido de nuestras potencialidades, pues las tenemos todas y podríamos ser un país maravilloso. Pero como quieren montar un país pobre, entonces la educación también debe ser pobre. Y para los pobres, más pobre todavía. Es lo que nos están presentando como alternativa en la propuesta del actual gobierno, que realmente ha traspasado de manera inaudita todos los límites. Nadie se había atrevido a tanto, probablemente por contar con ese 90% de respaldo parlamentario, ese unanimismo, peor en la sociedad que en el Congreso. Aquí ya ni se discuten las cosas.
¿Qué hay que hacer? Movilizar a la nación contra la reforma educativa. Movilización democrática, civilizada, en los mejores términos, pero movilización. Aquí no puede suceder que el presidente de la República haga lo que quiera con Colombia, ni puede suceder que un Congreso eunuco, porque este es un Congreso eunuco que solo hace lo que le dicta Juan Manuel Santos, sea el que determine la suerte de la educación. No. Los demás colombianos también tenemos derecho a opinar y a movilizarnos en pos de rechazar esa reforma.
Y en pos de los principios, mis queridos asistentes a este evento, vamos a luchar por el derecho a una educación universal, para todos sin excepciones, de alta calidad para todos, y por supuesto pública, y por supuesto gratuita. Que si hay aquí educación privada sea excepcional, no porque no hubo cupos en la pública, sino porque alguien quiso estudiar en algún tipo particular de educación, algún tipo de sesgo o de concepción religiosa, pero esa también tendrá que ser de alta calidad y para todos, como sucede en los países civilizados de Europa. Si se trata de mirar modelos, no le den tantas vueltas, miren hacia Europa. Pero los derechos hay que ganarlos en la lucha, no nos los van a regalar.
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