José Fernando Ocampo T., Bogotá, junio 1 de 2010
¿Por qué Bolívar, Nariño, Santander, Vargas, Torres y tantos otros, se rebelaron contra la colonia? ¿Por qué en América Española la mayoría de la población estaba con la Corona? ¿Por qué tuvo tanta fuerza la conversión de América en una provincia de España con los mismos derechos de los de la metrópoli? ¿Por qué la monarquía española se apresuró a darle garantías a sus colonias en un intento de impedir su separación? ¿No resultaba mejor para la economía una reestructuración de las relaciones metrópoli colonia que la independencia completa? ¿No era un riesgo inconmensurable una separación sin tener ni siquiera una unidad económica ni un cálculo de las consecuencias que sobrevendrían para la población dispersa y aislada? ¿Simplemente la corriente independentista que se fue radicalizando buscaba asegurar sus intereses de clase afectados por el régimen colonial? ¿Acaso la separación de la metrópoli resolvió la esclavitud y la opresión y la desigualdad y el porvenir de la población pobre y explotada? En esta meditación sobre la independencia es necesario responder y resolver estos interrogantes.
La soberanía implicaba que se constituyera el Estado-nación. Unos límites definidos, un determinado sentido de unidad política, una constitución, una organización estatal, una definición de poderes, un sistema de gobierno, todo sin interferencia extranjera. Ahí estaba la soberanía. A pesar del poder virreinal y de una autoridad colonial, no existía la conciencia de nación, porque no se daban los lazos que la definieran. Ya se ha hecho alusión a la proliferación de gritos de independencia, de Juntas de Gobierno y de diversidad de constituciones, unas monárquicas, otras democráticas, unas a favor de la metrópoli, contra Napoléon, a favor de Fernando VII. De todo. Sin nación, no puede haber soberanía. Bolívar y la mayoría de los héroes de la independencia hubieran podido aceptar la posición de anexión a España con igualdad de derechos, es decir, anexarse al imperio español. Prefirieron luchar a muerte por la separación. Y esta significaba la constitución del Estado-nación, es decir, de la soberanía. Sin soberanía no hubiera sido posible la conformación de la Nación colombiana, ni la venezolana, ni la ecuatoriana, ni la peruana, ni la boliviana. Fue la decisión de la mayoría de los dirigentes de la revolución independentista por la soberanía lo que le dio significado a la lucha del 20 de julio de 1810 hasta 1826.
¿Cuál es el sentido del desarrollo económico? Eliminar la pobreza, garantizar una mínima igualdad en las condiciones materiales de vida para toda la población, garantizar la acumulación social en beneficio de la colectividad, lograr las condiciones del mercado interior, no sin antes satisfacer las necesidades mínimas de una digna supervivencia. El desarrollo del mercado interior de bienes de capital es la clave del desarrollo económico y sin él, la dependencia y la inseguridad de aprovisionamiento para la producción estarán pendiendo de condiciones al margen del control nacional. Bolívar llevó a cabo la revolución política y no se le midió a la revolución económica. Primó el objetivo político, que era fundamental, sobre las propuestas económicas. Mientras Bolívar iba coronando su tarea libertadora hacia el sur, Santander, que había quedado con la responsabilidad política, llevó a cabo el inicio de una revolución educativa, estratégica para el desarrollo económico con la incorporación de Bentham a las escuelas, decisión que lo enfrentaría con Bolívar y que más adelante sería un elemento de división política entre los partidos. Santander no solamente defendió la entrega de la educación al Estado, sino la transformación de su contenido en una perspectiva científica, como lo había hecho la Expedición Botánica de Mutis. Entendió que la educación constituía un elemento fundamental para el avance de la economía nacional.
Y, por supuesto, no tenía sentido la propuesta de convertirse en una provincia de la metrópoli. La lucha interna entre los partidarios de la separación y los partidarios de mantenerse ligados a España fue un elemento de la primera guerra civil, la de la llamada “Patria Boba”. Su unificación en un solo propósito de desligarse de la colonia atravesó por un proceso que costó vidas, que significó derrotas, que condujo a destierros, que produjo traiciones y deserciones. Pero se impuso, posiblemente gracias a la reconquista intentada por la Metrópoli a sangre y fuego, a la decisión de los principales dirigentes de la revolución, al apoyo del pueblo que fue asimilando colectivamente la conveniencia y la necesidad de la independencia total. Se partió de una convulsión ideológica de contornos mundiales, la de la revolución burguesa en América y Europa, por la constitución de Estados nacionales, por gobiernos democráticos, por la participación popular, por separación de poderes y demás. Y, además, por una nueva economía, la de la industria, la de obreros y capitalistas, la de la producción masiva, la de una economía mundial. Recibimos el impulso de la revolución burguesa de Estados Unidos, Francia e Inglaterra, pero carecíamos en ese momento de las condiciones materiales para el desarrollo de una economía industrial. Resolvimos la política y fallamos en la económica. Allí nació nuestra base como nación y nuestro subdesarrollo económico. Se impone examinar nuestra historia a la luz de estos acontecimientos y analizar las condiciones actuales de Colombia como nación independiente.
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