José Fernando Ocampo T., Bogotá, mayo 25 de 2010
Se ha escrito tanto sobre Bolívar que puede resultar fatuo o presuntuoso dedicarle dos o tres columnas en esta serie sobre la Independencia. Pero no hacerlo sería un desconocimiento imperdonable. Bolívar dirigió esta revolución. Bolívar la luchó centímetro a centímetro. Entre 1812 y 1824 recorrió América de Caracas a La Paz una y otra vez, no en automóvil, ni en tren, y menos en avión—sino a caballo, con un contingente de soldados criollos, mulatos, indios, negros esclavos, mal equipados, mal trajeados, mal alimentados, que derrotarían un ejército de Morillo llegado a Colombia con más de quince mil soldados. Hoy, siglo veintiuno, no es fácil atravesar la cordillera oriental de Casanare a Boyacá. Lo logró con llaneros de tierra ardiente hasta la batalla del Puente de Boyacá el 7 de agosto de 1819 y siguió hacia el sur hasta coronar su misión libertadora en 1824. Biografías, historias de la lucha de independencia, bibliografía inmensa, recopilación documental, alusiones permanentes, artículos, columnas de periódico, todo un arsenal medio infinito. Visiones contrapuestas sobre su vida, la de Madariaga o la de Waldo Frank, o la de Liévano Aguirre, o la de Arciniegas, o la de Manzini, o la de Masur, o la de García Márquez, o más recientemente la de John Lynch o Juvenal Herrera, y un archivo documental en América y Europa, inagotable. Fue que Bolívar derrotó en esta tierra la que todavía se consideraba la primera potencia colonial de la época, España.
No importa mucho para la historia su origen familiar, su origen racial, su herencia terrateniente. Bolívar partía de esa realidad colonial. Hasta intentos de biografías psicológicas y psiquiátricas se han intentado de él. En cambio la educación de Simón Rodríguez y Andrés Bello lo marcarían en su primera juventud y en los principios de la revolución. Pero sus contactos en Europa lo pusieron al tanto de la Ilustración, de la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano, de la Carta a los españoles americanos, de las teorías sobre los derechos naturales y el contrato social. En Europa se transformó su mente con las ideas revolucionarias de la burguesía que ascendía al poder político y económico. Su transformación ideológica lo llevó a la decisión fundamental de su vida, la de dedicarse a la liberación de la América española. Y tuvo que sufrir derrotas, destierros, confiscaciones, traiciones, hasta coronar su ideal y su obra. En esas condiciones, en ese terreno, en ese momento histórico, su lucha fue una epopeya.
Resulta trascendental entender que Bolívar fue un unificador. Si no hubiera sido así, la lucha independentista hubiera fracasado. Unificó las ideologías. Unificó las creencias. Unificó las ambiciones. Unificó la lucha. Unificó el ejército. Unificó los generales. Unificó el pueblo. Hoy parece fácil. Pero la lucha ideológica y política llegó a ser tan aguda que Nariño y Torres se trenzaron en la guerra de 1812. Y Bolívar mandó apresar a Miranda y entregarlo a los españoles. Y Sucre fue asesinado. Y también Córdova. Las cuatro tendencias ideológicas que orientaron a los grandes dirigentes de la revolución independentista no eran superficiales, tanto que condujeron en el siglo XIX a cuatro guerras civiles nacionales de gran envergadura. Por eso el papel unificador de Bolívar fue estratégico y fundamental. Unir a monárquicos y a católicos y a enciclopedistas y a demócratas radicales y a quienes buscaban convertir estas tierras en parte de la metrópoli, constituyó una labor titánica e histórica.
Bolívar fue un batallador incansable por un ideal, el de la independencia. Sufrió crisis, afrontó derrotas, superó traiciones, pero con su ejército obtuvo triunfos definitivos en las batallas del Pantano de Vargas, Puente de Boyacá, Carabobo, Maracaibo, Pichincha, Junín, Ayacucho. De él dice Germán Arciniegas: “Esa guerra (la de la independencia) consagró a Bolívar como el guerrero del siglo, más atrevido que Washington, más digno de admiración que Napoleón.” La historia se escribe así, con dirigentes, con héroes, con visionarios, con pueblo, con ingentes sacrificios, con entera consagración, con denodada decisión. Ya desde la fecha de 1810, hace dos siglos, Bolívar se había comprometido con el movimiento desde Caracas y comenzaría con el viaje a Londres de ese año su trabajo por la liberación nacional de la colonia. Sus viajes, sus contactos políticos e ideológicos, su lucha en todos los terrenos, lo llevarían a la dirección de la revolución y al triunfo definitivo de la independencia.
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